A diario me pesa el corazón al escuchar una y otra historia de violencia hacia las mujeres, adultos mayores y menores de edad, quienes incluso toman la determinación de suicidarse al creer que no existe otra solución para sus problemas y preocupaciones.
Hace algunos días conocimos el triste final de Sara Riquelme, una joven madre de Nueva Imperial cuya vida a los 25 años parecía ser completamente perfecta y feliz. No obstante, su pareja y padre de un pequeño de sólo nueve años, decidió asesinarlos para después quitarse la vida.
¿Qué sucedió con el entorno de Sara que no la protegió? ¿Cómo nadie se dio cuenta de su sufrimiento? Estas y otras interrogantes surgen en mi cabeza cuando pienso en Sara y en muchas mujeres que pueden estar sufriendo violencia sin que nadie lo sepa. En ocasiones, más de algún familiar tiene conocimiento de episodios de violencia, tanto física como sicológica, pero lamentablemente prefieren no entrometerse porque aún en el Chile del Siglo XXI se cree que en el popular dicho “La ropa sucia se lava en casa”.
El Femicidio de Sara, el cuarto en la Araucanía en lo que va de este año, y el número 25 en nuestro país, no es mi única preocupación, ni tampoco un caso aislado que ejemplifica la indolencia social ante el dolor ajeno.
Múltiples factores pueden influir en casos de violencia intrafamiliar que terminan en Femicidio, bastante se ha dicho del rol machista que aún muchos hombres ejercen sobre sus parejas de quienes se creen dueños. Sin embargo, frente a todo orden de casos que vemos a diario, considero que uno de los factores a considerar es la falta de empatía del entorno social con quienes están sufriendo.
La tarde del lunes 13 de agosto me enteré por las redes sociales de un nuevo caso de indolencia social. Una mujer de 62 años fue hallada muerta al interior de su domicilio en la ciudad de Viña del Mar y, aunque parezca increíble, la data de su fallecimiento era aproximadamente de 45 días. ¿Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta de su ausencia?
Otros casos de indolencia, que lamentablemente cada vez son más frecuentes en nuestra sociedad, son los suicidios de adolescentes, que al vivir en un mundo automatizado y sin empatía toman la decisión incorrecta. Todo Chile se conmovió con el caso de la joven de 16 años que fue hallada muerta en el baño de una conocida cafetería. La menor, era alumna del Colegio Nido de Águilas de Lo Barnechea, sufría de bullying a través de sus redes sociales.
Ante los casos mencionados, sólo a modo de ejemplo, surge el cuestionamiento, una reflexión profunda y la búsqueda de una solución. ¿Qué nos pasa como sociedad que somos indolentes ante el dolor ajeno? ¿Qué puede hacer cada uno de nosotros para cambiar esta situación que nos afecta a todos?
Lo primero es comenzar a observar detenidamente nuestro entorno, conozcamos y dialoguemos con nuestros vecinos, ayudemos a un adulto mayor cuando veamos que requiera auxilio en la vía pública, saludemos y agradezcamos al conductor de la locomoción colectiva a diario, así con cada pequeño gesto estaremos aportando un granito de arena para cambiar una sociedad que ha perdido la empatía con el otro.